miércoles, 17 de octubre de 2007

NO TE HE DEJADO MORIR.

(Monólogo de Oswaldo en el mundo más inusual posible)

Rubén,

“Sabés bien lo que he querido decirte, nadie mejor que vos para adivinar la cera que recorre este cadáver plagado de esposas insurrectas, recorre la sombra de la vida eterna misma dentro de las minas nórdicas, nadie mejor que vos para creer que de verdad he querido matarme…

Me ha acosado tu nombre, y tu constitución de poeta de eras nuevas, me has dejado atrás de vos siguiendo el rumbo con paso metafísico de larva instrumental y custodiando siempre la colilla del cigarro que dejás caer a eso de las seis de la tarde, y le recojo, como el mas vil de los perros recogiendo el cristal de tu buen esoterismo cultivado entre sutilezas. Una vez me dijiste que huyera de la verdad, que mis mentiras eran más verdaderas de lo que pensaba, que me delataban en cada esférica cosa o rata que me salía en el papel…. Y yo, como todas las veces, he corrido a ocultarme, con mis mentiras a media certeza, afanándome por ser azul y llegar a tu diestra.

Nada mas te he servido de alimento para el ego, nada mas te has retratado en mí como lo que pudiste haber sido dentro de la miseria en la que me balanceo, viniste cuando Alicia te hizo sentir pobre y yo no te reproché el serlo en mi cara, ni te dejé caer porquerías en el pecho con mi vecina ruindad de grandeza, en ese momento me has dejado, sin querer, ser grande.

¿Y que sería de mi sin vos? Si camino como bobo entre la suspicaz noche y las sedientas luces que llevan a lugares que no te gustan y que “son malos para la gente azul”. Largo! ¿Cuándo vas a dejar echarme en el camino con mi pereza de ser poeta y ajá, abismo desnudo entre las comestibles notas de una ceremonia para mis exequias?. Y has de decir: Oswaldo, no te he dicho que no te des paja con esas palabras de muerte, Oswaldo, si no te has atrevido a vivir, a perecer menos…

Pero me has creído, porque sos el mejor para creerlo. Porque me has descubierto puro en el cuaderno #10 que me quitaste y de ahí lo de la desnudez, la muerte y la poesía. En todas partes, tu sarcasmo escénico renace como para hacerme creer que el de la demencia soy yo, que nada es material y soy putrefacto… mentira, te da miedo mi sombra, que se proyecta en tu espalda desde siempre. Te da miedo que de verdad he querido matarme. Y temes quedarte sin esa pila bautismal en la que lavás tus pecados repulsivos de gran ángel de las sombras, nadie más solo que vos en esta vida que apenas me tenés a mí y a mis descensos para compensar tu lecho de hombre y sentirte cazador, olvidarte al fin de la banalidad de tu naturaleza humana, verte como la verdad misma en el pecho del agua, redimirte con mi miseria.

La intensidad ha vuelto a mi, camino por la misma orilla antihigiénica. Me enredo en el astuto juego de tu conciencia vitalicia, me embriago por que soy hombre puro y el licor encuentra en mí la sangre de infante desconsolado, hierve en mí, el fuego suave del fermento bilateral de los humanos todos. ¡Y nadie más libre que yo que deseo la muerte!. El día que quiera libertarme, ¿acaso voy a necesitar tu nombre o tu cd predilecto? Pasáme mejor una bebida, ayudáme a embriagarme, dame el dulce vinagre de la sumisión.

Solo quisiera…

me gustaría…

poder decirte todo esto….

jueves, 4 de octubre de 2007

-URBANO-



Para vos...



No hay cartas de crespón en las aceras clandestinas...

la lluvia q resana el olor de cirios encontrándose en la tiniebla, los pasos truncados de las noches de poesía, maldita poesía, los hombres, todos mudos ahogándose de boca entre el fango infernal de ayer q fue un día por lo menos triste... después, vienen tus alaridos sembrados en el concreto y tu huella perpetua haciendo meollo en la telaraña del vacio estelar. La desnudez sincera de el ardiente secreto del callejón y el asfalto de golpe ante la luz diciendo no se que oración de una religión mundana, el cadáver de la flor, la luminosidad del tabaco.... el camino amplio e insuficiente, la boca mas grande devorándose al mundo, la sombra, el rictus, los bares, la mirada...

Nada…

Pirotécnicas manos se aferran al silencio de los muslos... q acabe, q acabe. Nosotros los seres periféricos del mundo, osamos con nuestra lengua acariciar a los más sublimes y con el filo de nuestro aliento besarles las pupilas con plomo. Seamos buenos, buenos amantes y poetas, ignoremos la herrumbre y el pudor. Al final, nada más como arcilla desechos entre las piedras claras, imaginándonos que son lunares. Más allá de la gloria y la impotencia, nuestras madres raquíticas de sal, la sodonimia sapiens sapiens y el licor entrañable del amor más dulce q conocimos. Implacable destierro, infértil melancolía.

Nada... gris aun.

La dosis necesaria de todo lo innecesario.

Caer, como dijo aquel en septiembre y aun lo repite, frente al paredón inicuo que profetiza con aire universal y descarada furia la pólvora que acecha las noches de los sueños de los niños de las tierras de inmundicia de dios de los mares de tu nombre y de tu nombre.

La imagen tuya resquebrajada toda, como si fueras humano. Nosotros los seres más profundos y terribles, nos tocamos el alma ensangrentada para disipar las dudas del disparo. Y aquí vivimos, en la capital del quebranto. Como hombres hechos humo, en las avenidas mas visitadas por el mito urbano de la soledad. Y la soledad nos ha hecho libres.