lunes, 10 de septiembre de 2007

ALICIA SORTILEGIO

(BUMBURY)

RECUERDOS DE LA NOCHE DE NOVIEMBRE.


Cuando la vio, la ignoró tan vehementemente que parecía más bien asedio.

El poeta, el raro, el comunista. Se había parado junto a él, nada tenía en particular su rostro; su cabello de rebelde caía entrelazado, como lazo, en una trenza hasta la mitad de la espalda de guerrero que se ensanchaba con la negra camisa. Nada fuera de lo común, a menos que se acercara a acariciarle con los ojos la silenciosa sonrisa que decía oscuridad, a menos que la luz del salón, donde se llevaba a cabo la reunión inútil, se atenuara y le rozara el agraciado perfil de hombre-lobo-hombre a contraluz.

Toda ella era otra. Reía estrepitosamente, era toda espectáculo. Alrededor suyo, se desvanecían lentas y ambiguas las imágenes, en muecas adoloridas de felicidad, de fondo la eterna música vieja de los 70`s que su padre pedía y pedía. Mas todo se volvía un espantajo de luz y las cosas se hacían de baquelita, hundiéndose dentro de un juguete caótico de colores, sacudiéndose con la mortal tristeza del mundo que no se posee y que, se sabe en silencio, jamás se es realmente importante como el jarrón azul que trajo la señora de España, o el perro de color cenizo que siempre huele a canela. Por eso todos se habían puestos pomposos, de colores destellantes en la oscuridad, y se movían como gusanillos en su magnífico festín final. Bajo el exceso de maquillaje, acá y allá, desgarradoras miradas de cautela y de mesurada desconfianza. Tan bello era para Rubén indagar en las emociones cautivas, tanto que dentro de si germinaban cuestiones sobre los vestuarios escogidos, las palabras precisas para expresarse, la dirección de las miradas; pero ella opacaba la escena con su naturalidad escandalosa, con sus vulgares maneras de llamar la atención a través del ruido; y él queriendo inspeccionar ademanes y susurros de la gente, ella le robaba concentración porque emanaba cierta luz malévola, e indicios de falsa prepotencia ridícula que pretendía intimidar a los demás.

- ¡Rubén! ¡Rubén!-

Las amigas que cacaraqueaban, llevándolo de un lado a otro en una fastidiosa parsimonia de protocolarios encuentros.

- Este, querido, es el Sr. Kwhithksyskie (Rubén mirando los ceniceros de la mesa), tiene acciones en una urbanización cerca del lugar aquel usted, donde su abuelita vendía conserva allá por los años 80 en La Libertad, ¿recuerda?... además su hija, que va a la escuela alemana, ha…bla bla bla..

Rubén se esforzaba en sonreír, nada mas dulce que la conserva de su abuela. Y miraba constantemente los claveles de la mesa central.

- ¿Es usted pintor? – dijo secamente el anciano con la falsa empatía mas evidente de Rubén había visto en su vida.

- Nada mas fumador, señor.- y su vista perdida entre el fulgente cristal de la mesa del centro, que era atravesada por los disparos de las luces que las velas alimentaban.

Pero ahora, su atención recaía en el alboroto de la gente que se había agolpado alrededor de la muchacha cuyo vestido se ennegrecía de la sangre que brotaba aparentemente de sus costillas. Algunos gritos de terror y gemidos sueltos. Todos se inclinaban a los oídos de otros a comentar que pasaba.

- ¿Qué sucede?- susurró Rubén para sí.

6 comentarios:

Bea dijo...

Una vez mas la sucesión de la serie de Pequeños Bares y Tormentas, esta vez dedicada especialmente para Wingston González, gran amigo, poeta y artista porno jeje. Gracias por el fin de semana Wingo, acá está mi humilde capitulo para vos, te quiero y te queremos los genéricos.

Wingston González dijo...

qué honor nena. estoy que tiemblo como gelatina (tan sensibilero que es uno,snif), mi capítulo preferido de pequeños bares. mi amor enterito para vos muchacha.

Ernesto Bautista dijo...

Se espera atentamente la continuacion beba, pequeños bares es muy peculiar. Me gusta la historia. Mutto mutto... amo.

Gabriel Woltke dijo...

cada cuanto escribis brujita?

Bea dijo...

neno:
sigue... sigue...

gabriel:
no sé!! bueno, te espero en el salvador.

Anónimo dijo...

Que buenos que están esos textos, creo que el cuento es lo tuyo, buscalo que él ya te encontró.

Saludos troveros a Wingston. anonimamente desde Honduras